Arranca el subte. Sentís cómo un codo te oprime el pecho y no podés pensar en el tiempo entre estaciones porque una mochila está pegada a tu sien y una rodilla se clava en uno de tus muslos y no te das cuenta si es el derecho o el izquierdo porque la otra pierna no la sentís y lo único que querés es que te entre un poco de oxigeno ahí abajo donde queda tu nariz perdida entre cabezas y camperas y brazos que se alzan y no te dejan ver el espacio que hay entre la posibilidad de respirar y de pensar que es lo que vos querés hacer porque el tiempo es lo único que te preocupaba hasta ahora que tenés que preocuparte por hacer algo tan elemental como respirar y permanecer erguido sin caer ni golpearte la cabeza contra la puerta que te aprisiona parte de la espalda y un hombro que está más elevado que el otro porque la chica que está a tu costado tiene la cola en el mismo lugar donde está tu mano y no la podés sacar porque no hay lugar y cerrás los ojos para lograr sacar la mano de ese lugar tan incómodo para ella que no te mira porque no se puede dar vuelta y para vos que no la querés ni rozar porque sabés que tu cuerpo y el de ella no deberían tocarse en ningún lugar del mundo salvo ahí donde están todos apretados en la lucha por pararse derechos y respirar y ahí ves que el subte llega a la estación y te vas a poder mover… cuando, a metros tuyo, sin ninguna señal previa que alguien haya podido registrar, un disparo corta el murmullo del silencio en el momento en que se abren las puertas y escuchás gritos por todas partes y ves impávido cómo todos con el horror dibujado en sus rostros intentan salir por donde estás vos todavía mal parado y tu cuerpo cae al andén pero tus piernas siguen en el subte y vos entero te volvés suelo que pisan todos y con el que muchos tropiezan. Pensás en la chica de al lado tuyo, si habrá logrado salir. Ese disparo resuena en tu mente, quién fue, quién cayó. Sentís tantos golpes que empezás a no sentir, mucha gente arriba de tu cuerpo que no se levanta y con la línea de pensamiento que te queda creés que si salís de ahí serás sospechoso de asesinato porque todos huyen y seguramente ahí al lado hay alguien baleado. Ya tus ojos se van cerrando después de un nuevo golpe en la cabeza y el cuerpo te abandona, primero las piernas, después los brazos y el torso y no escuchás más ruido que la nada.
Norberto Gugliotella