domingo, 17 de julio de 2016

Madres - Victoria Mora / Madres - Caballeros de la Quema

"Y andarán entre mugre y perdón 
aunque duren los cuervos 
llueva este asco
 y  pesen los pies"
Los caballeros de la Quema

Blanca corta la cebolla de espaldas al televisor apagado. Hoy no quiere saber nada del mundo. En la radio eligió escuchar tangos. Hace mucho tiempo que no disfruta de esta música que tanto le gustaba y que se apagó, como todo lo demás, después de lo de Alejandro. 
Este año es distinto. Mariana había insistido tanto, que no pudo, no quiso decirle que no. Vamos, Blanca, no te quedes otra vez sola, los chicos me pidieron tanto que vinieras, sabés cuanto te quieren, vení a recibir el año nuevo con nosotros.
Y esa vecina, con esos nenes, que habían caído hacía seis meses como del cielo, fueron lo mejor que le había pasado en tantos años ¿Cuántos? La pregunta era inútil, al cuánto lo llevaba clavado como una espina: catorce años, seis meses, y doce días se cumplían esa noche de fin de año. Todo ese tiempo en el que el mundo había quedado suspendido, una noche de patadas en la puerta, golpes, destrozos y una ausencia instalada para siempre.
Hasta que había llegado la voz de Alejandro. Un año después cuando ya creía que nunca iba a salir de la cama. Su voz, bien clarita, que decía, vamos, má, vamos. Y entonces, esa misma tarde en que él le habló, el llamado de Juana, que a través de María se había enterado y la invitaba. Vamos, Blanca, mañana es jueves, te espero. Y la vida empezó a ser salir cada jueves a dar la vuelta a la Plaza,  a pedir por su hijo.
 Ahora, otra vez ese vamos, como si Mariana hubiese sabido. Vamos ¿nos vas a dejar solos en año nuevo? En todo eso piensa Blanca, mientras suena “Mi Buenos Aires querido” y prepara las empanadas para la noche.
El timbre del teléfono la interrumpe. Hola, sí, no, no estoy mirando. Apoya el tubo del aparato en la mesita. Apaga la radio, y enciende el televisor. Lo que ve la sienta en el sillón: Menem firmó los indultos, dice el zócalo infame del noticiero. Y ya no puede pensar ni en Mariana, ni en los chicos, ni en año nuevo. Se lleva las manos a la cara y nuevas lágrimas, que son viejas, que nacieron ese junio del 76, caen una tras otra.
Hasta que escucha, vamos, má, vamos.
                                                     Victoria Mora

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