domingo, 23 de octubre de 2016

Confesionario agnóstico - Gloria Arcuschin / Si te vas - Alfredo Zitarrosa

Miriam piensa en su nombre sentada en este bar tan coqueto, tan fuera de su ideología de bares antiguos, sencillos y enmaderados. Piensa, porque ella siempre piensa, no puede dejar de hacerlo. Que por primera vez se animó en tantos años, ella que dice odiar las salidas en soledad, que la soledad es muy linda y todo eso, pero que odia salir sola. Que se animó a ir al museo de la inmigración, que fantaseó que sería bañado por las aguas leonadas del Río de la Plata.  Pero que el agua resultó estar a una buena distancia del museo. Así como los apellidos y la fecha de la llegada de sus abuelos, había leído que entregaban un papel con los datos del barco y esas cosas, pero no, no figuraban, ninguno, con esos apellidos rusos tan complicados pensó, tal vez una letra mal, y chau. Pero vio el rio y el agua desde el ascensor de vidrio. De eslavos no había nada en el museo, como si no existieran, solo de inmigrantes italianos y españoles. Qué museo ni museo pensó. Y ahora, que se tomó un buen rato para llegar mirando todo hasta Puerto Madero, y mira el canal y el agua, todo tan marinero como a ella le gusta tanto. Piensa que Miriam salvó a su hermano para que este sea el libertador del pueblo hebreo. Eso de dar bienaventuranza a los demás, lo que a ella le gustaba. Y pensó porque Miriam siempre piensa, en los amores  que comienzan tan divinos, y en poco tiempo van tomando pinceladas macabras, y habría que irse de ellos, pero siempre se sigue un rato más. Aunque también pensó que todo era tan oscuro y sin deseos, de no comer, tan duelo todo. Y él llegó y propuso cercanías, puso tanto sexo, y juegos nunca jugados. Pero si, ella ya sabía que era algo así, esas cosas que en un tiempo se terminan, porque era así, para eso. Lo sabía. Pero pensó que en cuanto a sentimientos siempre se sabe poco. Hubo amor en el piso del pasillo de entrada, en la mesa, frente a todos los espejos, en cada lugar de la casa una escena un deslizamiento de piel. Y esa manera en él, de lo solar, lo luminoso, la divertía le hacía saltar límites, le corría el eje, le decía ella bromeando. Y también decir mi amor, en el momento de lo profundo, del sexo profundo en el interior del cuerpo, si se dice mi amor, pensó ella. Pero no.  Desencuentros de horarios, dramas cotidianos pequeños y no tanto, de ella, de él. Y un tiempo sin verse. Un mediodía apareció intempestivamente, porque a ella cuando piensa se le cruzan palabras largas, complicadas, pensamientos en diagonales, que nunca terminan y son arborescentes. Y le hizo el amor como nunca con potencia salvaje diría, tanto semen que se va sintiendo acudir en oleadas calientes, en gemidos, él dijo varias veces te extrañé mucho. Y preguntó me extrañaste. Y ahora ella piensa mientras mira el agua y algunos veleritos gráciles que ya se alejaron, así iba a ser, ella y él lo sabían, pero él dijo te extrañé mucho, ¿me extrañaste? Miriam piensa que extrañar es muy parecido a querer, al deseo de estar, si fue querida, todo estaba bien, piensa en cierta serena forma de ser feliz, y en las imágenes que pueblan la ausencia.

Gloria Arcuschin


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