miércoles, 5 de octubre de 2016

Ya se viene el invierno - Damián Scokin / Fear Of The Dark - Iron Maiden

Parece una historia de ficción pero llegada cierta hora, todas las percepciones cambian, mi mente se divide en dos y un barullo comienza progresivamente a cubrir el silencio en mi cabeza, desconfiando de todo, agrandándolo todo, el vórtice de lo inconcebible se abre de par en par.
El mundo bajo el imperio dominante de la claridad, su espectro visible se debilita, muta y se transfigura en su opuesto, lo que fuera un ambiente tranquilo y ordinario puede mostrar sus aristas ocultas.
Cuando la luz empieza a cambiar, a veces me siento un poco extraño, un poco inquieto cuando está obscuro mi cerebro se le da por jugar de manera perversa, alterando la naturaleza de lo real y lo imaginario, sacando a relucir su bagaje de sonidos y psicofonías, sombras danzantes y sigilosas, pisadas en el vacío y objetos que se mueven y arrastran sobre mi techo aunque valga aclarar que vivo en un último piso y no tenga terraza.
Encima se viene el invierno, no tengo problemas con el frío, no me malinterpreten, es peor que eso, es el acortamiento del día y lo que trae aparejado, el tiempo empieza a sostener lentamente su cuchillo con dos dedos balanceándolo sobre mi cabeza, como jugando; un vacío oscuro, negro, cerrado y asfixiante.
Puede que el lector lo tome a exageración, producto de la lucha del subconsciente, no lo sé, tengo temor constante de que haya algo cerca, una amenaza inminente, en cuestión de segundos el infierno puede contraatacar, como un caballo de Troya; la ansiedad cabalga  marcando su trote en mi pecho, sus palpitaciones golpean insistentemente a medida que el atardecer sube el telón de la noche y Fobos sale a escena mostrando sus dientes y acariciando mis hombros.
Las pupilas se agrandan en búsqueda de la ansiada luz que entra al cristalino y se proyecta sobre la retina transformándose en impulsos nerviosos directo a mi cerebro, lo recibe sediento, famélico, con ansias de acostumbrarse a la oscuridad, pero no ve su resplandor, solo una oscuridad visible, sombras, reflejos ampliados grotescamente y la dilatación de una pesadilla. Es increíble que lo mas trivial en la completa opacidad y silencio agite mi imaginación con tan poco, una parte de mí está convencida de que todo esto no es más que un monólogo surrealista, si fuera un dibujo animado tendría un angelito y a un demonio agitándome sobre la cabeza, debatiendo incansablemente sobre qué sabemos nosotros del mundo y del universo que nos rodea, nuestros medios de percepción son absurdamente escasos y a comparación con algunos animales, bastante pobres, lo que nos podría dejar a merced de una naturaleza desconocida y tal vez…tal vez no tan benévola. Nos confiamos de la tecnología y de la seguridad que nos pueda proveer, pero está calibrada bajo los parámetros de nuestros cinco sentidos arcaicos, corremos en desventaja, no es solo mi fobia, estoy convencido de la existencia de ese mundo extraño e inaccesible, o al menos nadie me ha convencido de lo contrario, lo que alimenta a las sombras, lo que hace aullar a los perros y erizarles la piel, el promotor de los murmullos imaginarios, esos ojos invisibles que observan desde lo etéreo y me hielan la sangre.
Alucinación o no, he visto con mis propios ojos a la noche cerrada abrir sus fauces y el resplandor de sus hilillos de saliva viscosa. Aguardándome.
Damián Scokin

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