domingo, 16 de octubre de 2016

Elvis - Lucas Newton / Black Velvet - Alannah Myles

La pregunta de mamá me dejó helado. No había terminado de saludar a mis primos, a quienes veía por primera vez. Su insistencia no me dio tiempo de pensar.
-¿Conocés a algún Pedro?
Quise zafarme de ella pero no me respondían las piernas. Por un momento sentí miedo y desconfianza, y me asomé un poco para comprobar si él estaba en la sala velatoria.
-¿Está acá?
Di un paso para salir de la habitación donde estaba el cajón. Un sacerdote amigo de la familia oraba en silencio. Ella me siguió, haciendo la señal de la cruz, y bajó un poco la voz antes de seguir hablando.
-Alguien te trajo un paquete de su parte, fue hace pocos días. Tocaron el timbre de casa.
-¿Atendió papá? La idea me hizo doler la panza. Ella hizo un gesto nervioso y me tomó del brazo.
-Una chica menudita, con anteojos.
Mi cabeza giraba a toda velocidad. Levanté la vista e hice un paneo por la sala. Éramos una familia chica. Mamá controlaba mis movimientos.
-¿En que andas, Guchi?
En ese momento entraron ellos. Los cuatro. Habían venido juntos en el auto de Juan. Fueron directo hasta el cajón y apoyaron unas flores sobre los pies de papá. Después se acercaron a mamá y Juan habló por todos.
-Lo siento, Pri. No va a ser lo mismo sin él. Fue un Elvis verdadero.
Mamá asintió en silencio y se dejó besar las manos.
Antes de irse rodearon el féretro y cantaron un pedacito de Always on my mind. Lo hicieron con una dulzura asombrosa que encantó a todos. Llevaban puestos sus trajes típicos, sus patillas pintadas. No eran siquiera la caricatura de Presley.
El día se hizo largo. Mamá entraba y salía saludando a los pocos parientes que llegaban. Por fin, se acomodó en un sillón a mi lado y volvió a la carga.
-¿Vos te das cuenta que sos igual a tu padre? Idéntico… es muy impresionante.
Levanté la vista y vi como mi tía encendía unas velas. El reflejo del fuego parecía darle al cadáver un leve movimiento. Mi respuesta salió como una náusea.
-¿Vos te acordás cuando papá y los otros cuatro me llevaban a mí a sus giras?
Ella abrió grandes los ojos, y luego respiró profundo como hacía cada vez que preparaba una mentira.
-¿Te parece un buen momento...? Nerviosa, buscó en su cartera un bulto que tenía el envoltorio roto y me lo dio.
-Esto es lo que trajo la chica. Es un libro, no tenía ninguna nota.
Tomé el paquete sin dejar de mirarla.
-Estaba muerta de miedo, tu padre no quería dejarla entrar, decía que seguro era droga.
El cura había juntado a la mayoría de los parientes y esperaba para hacer un responso.
-Hasta que no dijo tu nombre no le abrí, tenía la plata de la jubilación.
-¿Mi nombre?
-Tu nombre no. Dijo “Guchi”.
-Guchi... todo el mundo me dice Guchi.
Me interrumpió.
-Dijo: “Guchi, el novio de Pedro”.
El golpe fue tan fuerte que tuve que ponerme de pie. Mamá se levantó despacio y caminó hasta ponerse junto al sacerdote. Ella tenía lágrimas en los ojos pero enseguida se compuso. Hizo la señal de la cruz y todos la siguieron.
En uno de los extremos de la sala había un mueble pequeño, de un metro y medio de alto que tenía encima un crucifijo. Mi madre había dispuesto allí algunas fotos de papá. Tomé la primera que vi. Papá y yo, los dos perfectamente disfrazados durante un ensayo. Trajes blancos, tachas doradas, impecables zapatos oscuros. Papá ya usaba una peluca porque su pelo no le alcanzaba para armar un jopo. Yo tendría unos doce años. Debajo del traje usaba una bombacha adorable, pequeña y amarilla, que apenas se transparentaba.
Y es cierto, éramos dos gotas de agua.

Lucas Newton


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