miércoles, 24 de agosto de 2016

Arrebato - Vivian Dragna / El tiempo no para - Bersuit Vergarabat

   En las escalinatas de la Facultad de Derecho había un chico sentado que parecía de mi edad, miraba el cielo o los autos o un poco todo, tal vez nada. Le presté atención unos segundos, fue cuando me vio.  Se paró y caminó detrás de mí hasta el bar que está enfrente. Parecía más solo que yo. Me senté, pedí un café con leche y saqué unos apuntes de la mochila.  No me sorprendió que se parara frente a mi mesa. Lo que no puedo olvidar son sus ojos oscuros y mendigos.   Le pregunté cómo se llamaba. Dijo: si puedo sentarme con vos, si me dejas mirarte cuando estudias, te digo mi nombre. Después vinieron otras tardes con él. Yo salía de clase y estaba esperándome en las escalinatas. Esos días sentí algo de miedo o algo parecido al miedo pero también atracción. Pablo, si es que ese era su nombre (nunca pude comprobarlo), era alto y flaco. No me gustaba su andar, se pegaba a las paredes de los edificios  y caminaba muy rápido. Yo me agarraba de su mano y lo seguía. Nuestras despedidas eran siempre iguales (esperaba a que yo tomara el colectivo, me miraba alejarme), hasta que lo invité a mi departamento. Me quedé sin soledad. Cuando nos acomodábamos para dormir, mi cuerpo encajaba a la perfección con el suyo, como piezas exactas de un rompecabezas.   Hundía mi nariz en el hueco de su cuello y todo su olor, todo él ingresaba en mí y era como un arrullo. Me gustaba ese chico. Sus labios eran finos y suaves, sin embargo tomaba posesión de los míos con una violencia repleta de sensualidad.
Pablo abrió puertas en mí y, de a poco aparecieron por esos espacios distintas mujeres, todas eran yo, pero al mismo tiempo, eran otras.  Me fascinó lo que me sucedía y por eso, por un tiempo, pedí más y más.
   Pero algo comenzó a inquietarme. La plata que me enviaba mi padre desde Tucumán, no
alcanzaba para los dos. A Pablo parecía no molestarle que yo pagara todo. Se lo dije. Esa noche trajo un regalo para mí (algo que no podía pagar): un equipo de música y un cassette de la Bersuit. Este tema es para vos, dijo, y comenzó a sonar El tiempo no para. Me miró desde un lugar desconocido. Los dos sabíamos que si yo lo echaba, iba a regresar a la pensión.  Él me daba lo que tenía: su presente. No podía darme nada más.  Yo  tenía veintidós años. Mientras escuchaba la canción entendí algo: el arrebato por hacerlo mío,  me había depositado en una trampa.
Vivian Dragna








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